JACOB

JACOB, JEZABEL Y SARAH
La literatura angelológica del siglo XVII se interesa más por su papel en el mundo y su presencia cerca de los hombres. Teólogos, místicos, simples fieles, están fascinados por esos seres incontables, omnipresentes, que no vemos nunca, que residen cerca de Dios, pero que atraviesan el universo para ocuparse de los asuntos de los hombres, asegurando una comunicación constante entre el cielo y la tierra y respondiendo así a una aspiración profunda del hombre: persuadirse de que existen intermediarios entre lo infinito de la divinidad y, luego, del cosmos, y él mismo. Sentir que no está perdido en la inmensidad, que hay siempre una escala de Jacob a lo largo de la que los "seres" suben y bajan, incansablemente, según una creencia que, a pesar de los esfuerzos de los teólogos, sigue impregnada de un sincretismo sospechoso.

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A estas alturas ustedes se preguntarán a qué viene la escala de Jacob como título de esta circular, tan apenas hilvanada. El bueno de Jacob huyendo, como a la deriva, perseguido por una vocación radical, luchaba consigo, con la familia y con Dios; sin saber, noche y tierras adentro, a dónde la vida le llevaba. La tradición cristiana ha visto en esta lucha de Jacob con Dios, junto al torrente Yaboc, una imagen del combate espiritual de la Humanidad confrontada con el misterio del Dios Señor del Mundo y de la Historia. Como Jacob nos sentimos un poco todos hoy, a la hora de vadear el curso de un siglo, de un milenio, tan amenazante como esperanzador. Los datos del PNUD, las iniquidades estructurales, los cataclismos cósmicos, la violencia -estructurada o espontánea- estallando desde todos los ángulos de la sociedad, fácilmente nos sitúan en un camino desconcertado, como a la deriva también. Todos un poco Jacob buscando el Día. En medio de esta noche de sueños y de temores, dormidos quizá sobre la piedra de una realidad más que dura, no nos falten los ángeles de la luz, la solidaridad y la esperanza, que bajan y suben de Dios a nosotros, de nosotros a Dios.
NOTAS SOBRE EL SUEÑO DE JACOB Y SU LUCHA CON EL ÁNGEL
En el claustro de la Catedral de Gerona, en el relieve del pilar sureste, se representan algunas escenas fundamentales de la vida de Jacob: en la parte central, abajo, aparece Jacob dormido; a la izquierda, la escala con la que sueña, por la que suben y bajan los ángeles; a la derecha, el patriarca derrama óleo sobre la estela; en el centro, arriba, la lucha con el ángel. La visión en sueños de la escala nos ofrece una simbólica ascensional en la que cielo y tierra aparecen unidos por una sucesión de jerarquías angélicas cuya base es la "puerta del cielo" y en la cúspide de las cuales se encuentra Yehovah:
"Jacob salió de Bersêba y fue a Jarán. Llegando a cierto lugar, se dispuso a hacer noche allí, porque ya se había puesto el sol. Tomó una de las piedras del lugar, se la puso por cabezal, y acostóse en aquel lugar. Y tuvo un sueño; soñó con una escalera apoyada en tierra, y cuya cima tocaba los cielos, y he aquí que los ángeles subían y bajaban por ella. Y vio que Yehovah estaba sobre ella, y que le dijo: ´Yo soy Yehovah, el Dios de tu padre Abraham y el Dios de Isaac. La tierra en que estás acostado te la doy para ti y tu descendencia. Tu descendencia será como el polvo de la tierra y te extenderás al poniente y al oriente, al norte y al mediodía; y por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra, y por tu descendencia. Mira que yo estoy contigo; te guardaré por doquiera que vayas y te devolveré a este solar. No, no te abandonaré hasta haber cumplido lo que te he dicho.´
Despertó Jacob de su sueño y dijo:´(Así, pues, está Yehovah en este lugar y yo no lo sabía!´. Y, asustado, dijo: ´(Qué temible es este lugar!(Esto no es otra cosa sino la casa de Dios y la puerta del cielo!´. Levantóse Jacob de madrugada, y tomando la piedra que se había puesto por cabezal, la erigió como estela y derramó aceite sobre ella. Y llamó a aquel lugar Betel, aunque el nombre primitivo de la ciudad era Luz".(Génesis 28, 10-19)

El tema de la ascensión resulta bastante familiar en la simbólica tradicional: los "siete cielos", la sucesión de las esferas planetarias en La Divina Comedia de Dante, la experiencia en la que san Pablo es "arrebatado al tercer cielo". Por lo demás, la escala de Jacob tiene como base el centro donde confluyen las cuatro direcciones cardinales, expresando así la totalidad de la tierra. Y es la bendición de Yehovah la que, renovando la promesa hecha a Abraham, hace posible la dimensión universal del pueblo que de él surge. Es curioso constatar que el vocablo "Jacob" tiene como valor numérico 47, el mismo que el del "Nombre sobre todo nombre", lo que viene a confirmar la caracterización tradicional del patriarca como "tipo" del Mesías. Figuración que queda asimismo ilustrada por el valor numérico del vocablo "Betel", "Casa de Dios", que es también 47. En cuanto a la "Puerta del Cielo", su número es 130= 13.10; y sabemos que 13 es el valor del más simple de los nombres divinos, "El".
)Qué significa el movimiento ascendente y descendente de las jerarquías angélicas a lo largo de la escala? Evidentemente, la mediación entre el cielo y la tierra, entre Yehovah y el género humano. Y es Jacob, representante de éste, el interlocutor de Yehovah y, por consiguiente, el que está llamado a recorrer los diferentes peldaños de la escala y, por consiguiente, a asumir incipientemente la función de mediador hasta que sea llevada a su plenitud: apenas es necesario insistir en el episodio de la "Ascensión más allá de todos los cielos" operada por el Mesías. Se comprende así el intervalo entre el "Lo hiciste poco inferior a los ángeles" y el ")Pues a cuál de los ángeles le dijo: ´Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy´?".

A diferencia del texto anterior, que supone ante todo la renovación de las promesas hechas por Dios a Abraham y a Isaac, el pasaje que sigue nos presenta algo distinto: el reconocimiento por parte de Yehovah de la "fuerza" espiritual de Jacob, que dará nombre a su pueblo, Israel:

"Y habiéndose quedado Jacob solo, estuvo luchando alguien con él hasta rayar el alba. Pero viendo que no le podía, le tocó en la articulación femoral, y se dislocó el fémur de Jacob mientras luchaba con aquél. Éste le dijo:´Suéltame, que ha rayado el alba.´Jacob respondió:´No te suelto hasta que no me hayas bendecido.´Dijo el otro:´)Cuál es tu nombre?´-´Jacob´- ´En adelante no te llamarás Jacob, sino Israel; porque has sido fuerte contra Dios y contra los hombres, y le has vencido.´Jacob le preguntó:´Dime, por favor, tu nombre´-´)Para qué preguntas por mi nombre?´. Y le bendijo allí mismo.
Jacob llamó a aquel lugar Penuel, pues (se dijo):´He visto a Dios cara a cara, y tengo la vida salva.´ El sol salió así que hubo pasado Penuel, pero él cojeaba del muslo. Por eso los israelitas no comen, hasta la fecha, el nervio ciático, que está sobre la articulación del muslo, por haber sido tocado Jacob en la articulación femoral, en el nervio ciático."(Génesis 32, 25-33).
Encontramos en Jacob un singular atributo, la "claudicación" o cojera. En la mitología, Vulcano es un dios cojo, un "dios a medias, como para significar que su dimensión espiritual no ha llegado a desarrollarse plenamente. Por otra parte, Pierre Gordon nos recuerda que, en el curso de las danzas litúrgicas que acompañaban a la iniciación tradicional, la desigualdad de las fases lunares se representaba así: la mujer-Luna y, posteriormente, el hombre-Luna cojeaba o se desplazaba saltando sobre una sola pierna. A la larga, la cojera (derivada de algún accidente o deformidad en la pierna o en el pie) se convirtió en el signo de una iniciación superior y fue profundamente reverenciada como de origen divino (subsiguientemente, por imitación e inversión, semejante atributo viene a caracterizar también al Diablo: "El diablo cojuelo").
Todo ello nos da una pista para situar la experiencia del patriarca. A nuestro entender, no se trata simplemente de un episodio que caracterizaría a Jacob como un ser cuya dimensión espiritual aún no ha llegado a desarrollarse plenamente, como si de un "dios cojo" a la manera de Vulcano se tratase. La cojera no aparece aquí como un signo de imperfección, sino más bien como un símbolo del poder divino, que deja su trascendente impronta en el hombre "natural" o religioso. Es curioso observar que, astrológicamente, la articulación femoral viene significada por el comienzo de Sagitario. Concluido el proceso de "muerte" o transformación iniciática, simbolizado por el Escorpión, se trata de comenzar a andar por el nuevo mundo; entre Escorpión y Sagitario se sitúa, pues, el fundamento o principio de la "locomoción": de no funcionar la citada articulación, le será imposible al iniciado desplazarse por el nuevo ámbito (y lo mismo ocurrirá en el caso de traumatismo en el pie, aunque, según la simbólica, éste último impediría, en el mundo espiritual, una aclimatación más avanzada, como corresponde a Piscis). Pues bien, Jacob es golpeado por el ángel de Yehovah justamente ahí, como para significar que la esfera divina que desde ahora se le abre sólo podrá ser recorrida por él con dificultad, pues se trata de un ámbito que supera las fuerzas humanas y, en consecuencia, sólo es accesible como un don, de manera gratuita.
El golpe que produce la cojera sugiere a la vez la idea de una "confirmación", la cual va con frecuencia asociada, como se sabe, a una "bofetada" o a un "espaldarazo" rituales, a través de los cuales se transmite el don espiritual. Además, el golpe va seguido de una bendición, como para significar que la majestad y el poder divinos no impiden la cercanía de la clemencia o de la gracia.
Es interesante hacer notar que el valor numérico de "en el nervio ciático" es en hebreo el mismo que el del vocablo "Israel", es decir, 64. Otra manera de decir que la "victoria" de Jacob sobre Dios, a través de la cual adquiere su "nombre nuevo", su nombre "iniciático", se expresa en la cojera. Por ella, Israel sabe del "rigor" divino; por la bendición, conoce la misericordia. Si Jacob "vence" a Dios, y es herido por él, "merece" ser bendecido, aunque, por el momento, Dios no acceda a revelarle su nombre (1)(ver abajo ASPECTOS NUMÉRICOS), que sólo será comunicado a Moisés en el Sinaí (cf. en el n1 3 de SOL NEGRO el artículo "Desde la zarza ardiente").
Tras la marcha del ángel, Jacob llama a aquel lugar "Penuel", nombre con el que expresa su asombro porque "ha visto el rostro de Dios y, no obstante, ha podido seguir viviendo". Una experiencia excepcional si recordamos el texto bíblico "Nadie puede ver a Dios y seguir con vida". Si consideramos el valor de "Penuel", 54, llegamos a una conclusión fulgurante: 54 es también el número de la "alianza". Y para que exista alianza debe existir una cierta igualdad y reciprocidad. Así, Dios se pone al nivel de Jacob y le permite luchar con él como se disputa con un aliado o compañero. Una escena frecuente en los textos bíblicos que, en diferentes contextos, nos presentan a este o a aquel justo presentándole sus "quejas" a Yehovah o suplicándole que modifique sus propósitos, "pidiéndole cuentas" por tal o cual suceso o, en fin, lamentándose por el desarrollo de los acontecimientos y exigiéndole que "se levante y ponga remedio de una vez". En el Mesías, la alianza (que implica a la vez diálogo y discusión) entre Yehovah y el justo se hará definitiva, y marcará la pauta del nuevo pueblo que "lucha con Dios y lo vence". ("Sol negro", n1 6, 22-25).
JEZABEL.
Princesa Fenicia, reina de Israel. Su padre fue el tirano rey Etbaal, que consiguió llegar al trono de Sidón asesinando a sus hermanos. El escritor griego Menander afirma que Etbaal era además un sumo sacerdote que participaba en la adoración del dios pagano Baal. Etbaal significa (estoy con Baal).Jezabel se casó con Acab, Rey de Israel, (hijo de Omri) como parte de una probable alianza para fortalecer la casa de este ultimo en contra de los asirios. El rey Acab se casó con una de las mujeres mas malvadas de las escrituras: Jezabel. Ella introdujo la practica fenicia del culto a los ídolos. Según la Biblia, Jezabel convenció a Acab para que le diese la espalda al Dios de Abraham y para que edificase un templo pagano a su dios Baal en Samaria. Jezabel determinó que sus dioses paganos tuvieran un trato igual al del Señor. A causa de esto, ella y el profeta israelí Elías se convirtieron en enemigos mortales. A continuación masacró a los profetas del Señor y los reemplazó con los profetas de Baal y de Asera, la diosa y esposa de Baal. Para prevenir la completa exterminación de los profetas del Señor, Abdias, Gobernador de la Casa Del Rey, hizo que cientos de ellos se escondieran en cuevas donde fueron secretamente mantenidos.Luego tuvo lugar otro acontecimiento, según La Biblia, Elías desafió a los 450 profetas de Baal a los que ella había nombrado. Elías le dijo al pueblo: "Si el Señor es Dios seguidle, pero si Baal es Dios seguidle a él". Y para mostrar al pueblo que el Señor era Dios desafió a los profetas de Baal a llamar a Baal para que éste hiciese descender fuego del cielo, pero no sucedió nada cuando le oraron a Baal. Entonces Elías oró a Dios para que el pueblo volviese sus corazones al Señor. Dios escuchó la oración de Elías y cayó fuego del Señor desde el cielo y quemó el sacrificio preparado por Elías. Cuando el pueblo vio lo que había sucedido, cayeron sobre sus rostros y clamaron diciendo: "¡El Señor es Dios! ¡El Señor es Dios!" Entonces Elías mandó al pueblo que ejecutasen a los profetas de Baal. Entonces Jezabel amenazó con matar a Elías y éste huyó de Jezabel al desierto.Luego sucedió otra cosa. Naboth, el propietario de un viñedo cercano al palacio, se negó a venderle esta propiedad a Acab. Viendo a su marido mal por este motivo Jezabel escribió en nombre de él una carta a los lideres de la ciudad donde vivía Naboth y le montaron una trampa acusándolo de haber maldecido a Dios y al Rey. Naboth fue apedreado hasta morir y de acuerdo a las leyes la propiedad pasó a manos del Rey Acab. Luego de esto Elías reaparece y es ahí cuando anuncia su profecía, "Los perros comerán la carne de Jezabel en los campos de Jezreel, el cadáver de Jezabel será diseminado como estiércol en esos campos así nadie podrá decir: esta fue Jezabel" Ella continuó como Reina Madre durante diez años mas luego de la muerte de su esposo ejerciendo una fuerte influencia sobre sus dos hijos quienes continuaron reinando sucesivamente luego de la muerte de Acab. Luego por instigación de los profetas la corona fue puesta sobre Jehu quien anteriormente fuera comandante militar a las ordenes de Acab. Jehu fue a Jezreel donde estaba Jezabel y mientras hacia su paso por la entrada de la ciudad, esta se asomó a la ventana de una torre y le gritó, "¿Por qué has venido aquí, asesino? ¡No eres mejor que Zimri! (N: General del ejercito israelita que asesinó al rey Ela y se apoderó del trono).Jehu miró hacia la ventana y preguntó, "¿Hay alguien ahí que esté de mi lado?". Unos eunucos asomaron sus cabezas por la ventana y Jehu gritó, "Arrójdla por la ventana". Ellos la arrojaron y su sangre salpicó las paredes y los caballos que la pisotearon.Jehu luego se tomó un tiempo para comer y beber algo. Luego le dijo a algunos hombres "Aunque era malvada, era la hija de un rey, así que asegúrense que tenga un entierro adecuado. Pero cuando fueron a enterrar el cuerpo solo encontraron su calavera, sus manos y sus pies. Ellos le contaron esto a Jehu quien dijo "El Señor le dijo a Elías que el cuerpo de Jezabel sería devorado por los perros aquí mismo en Jezreel. Y el advirtió que sus huesos serían diseminados por todo el suelo como estiércol de manera que nadie pudiera decir: Esta fue Jezabel".

Arqueología

Se han realizado muchos fascinantes descubrimientos en el mundo de la arqueología en relación con el Rey Acab y los acontecimientos que rodearon su vida. Para empezar, se ha encontrado un sello que le menciona por nombre. El sello está inscrito de la siguiente manera: "PERTENECIENTE A USHNA SIERVO DE ACAB" A Acab también se le menciona en documentos asirios. En una inscripción que relata una batalla conocida como Qarqar, entre Acab y su enemigo, el Rey Salmanaser III de Asiria, Salmanaser deja constancia del tamaño del ejército de Acab que luchó en contra de él, mencionando lo siguiente: "El rey Acab de Israel poseía 2.000 carros y 10.000 hombres" Unos arqueólogos de Harvard, que estaban cavando en unas ruinas de Samaria, la antigua capital de Israel, han encontrado un palacio que construyó Acab que contenía en su interior una habitación donde se almacenaban objetos de marfil.También se encontraron en la habitación de marfil pequeñas cajas de piedra con las cuales Jezabel, la mujer de Acab, mezclaba sus cosméticos. Las cajas contenían una serie de pequeños agujeros en los que depositar ciertos colores y una depresión en el centro para mezclarlos. El Instituto Oriental de Chicago, durante las excavaciones realizadas cerca de Samaria, encontraron las ruinas de un templo construido a Asertoret que estuvo en pie durante el reinado del rey Acab. Cerca de este emplazamiento se encontraron jarras que contenían los restos de bebés que habían sido sacrificados en este horrible templo. Este descubrimiento verifica que la adoración de Baal y de Asera era corriente en Samaria durante los tiempos de Jezabel. 1 Reyes 18:19 menciona que Jezabel se rodeó as sí misma de los profetas de Asera.También se ha encontrado un sello que le pertenecía a la propia Jezabel. El sello tiene inscritas las letras "JZBL". Según la Biblia, Jezabel estaba perfectamente familiarizada con el proceso de sellar documentos con un sello. 1 Reyes 21:8 dice: "Entonces ella escribió cartas en nombre de Acab y las selló con su anillo".


SELLO DE JEZABEL

GRABADO DE SU MUERTE




"Por fe Sara siendo estéril, recibió poder para concebir" Hebreos 11:11.
Hebreos 11:1-16
Sara es la primera mujer cuya fe se nos muestra para que la observemos, y esto específicamente en su función de mujer casada. Hay dos apóstoles que nos lo dicen. Primero es Pablo que indica que por fe pasó a ser madre (Hebreos 11:11); y segundo, Pedro, que ruega a las mujeres cristianas que sean como Sara, que " obedecía a Abraham llamándole señor" (1ra.Pedro 3:6). No sabemos qué clase de mujer era Sara como hija, en su casa, o como doncella. Se nos presenta ya como "la mujer de Abraham" y así permanece en la Biblia.
En algunos aspectos, Sara puede ser comparada con Ada y Zila: su hermosura, que es altamente alabada, por ejemplo; en el episodio de Agar [su sierva ofrecida a Abraham como esposa] vemos que seguía el ejemplo que habían dado las mujeres de Lamec. Se nos dice que fué deseada dos veces por otros hombres, primero por el Faraón y luego por Abimelec. Añadamos a esto sus celos entre ella y Agar, y tenemos la impresión que el malestar y desazón de Ada y Zila llena también la tienda de Sara. Sara nos es presentada como es: como una intrigante a veces; a veces como una heroína. Se nos presenta la vida de una mujer como era en aquellos días, una vida de negación personal para las mujeres.
Hay una diferencia importante en la situacion de Sara con respecto a la de Ada y Zila. Interviene la gracia en esta situación patética. El misterio de la fe se realiza en su corazón. Por medio de esta fe la posición de la mujer es esencialmente ennoblecida, de modo que puede ser presentada como un modelo para las mujeres cristianas.
Esta fe, sin embargo, se expresa a través del curso natural de los sucesos. En realidad halla en la vida ordinaria la substancia en la cual puede echar raíces y empezar a crecer. Esta fe perfecta primero le induce a conducirse en la capacidad de madre conforme a las ordenanzas de Dios. Esta fe luego se fija en el Hijo que había de nacer, y de esta forma en el Mesías.
Como esposa de su marido cumple todos los requerimientos de los preceptos divinos. En el Paraíso Dios había dicho que la voluntad de la mujer debía ser sometida a la del marido y Sara busca su satisfacción en la obediencia a esta orden. Cuando Abraham sale de Ur de los Caldeos para ir a Canaán, ella deja a sus amigos para ir con él a un país extraño. Cuando es raptada al harén de dos príncipes extranjeros, permanece fiel a Abraham. En todo se adapta a las circunstancias. Recibe sus invitados y con ello, sin saberlo hospeda a ángeles. Y, finalmente, decide dar la preferencia a Agar antes de ver a su marido sin hijos.
Por esta actitud recobra la posición de dignidad que Dios había asignado a la mujer. La mujer teme ante la autoridad. Pedro dice a las mujeres cristianas: "Vosotras habéis venido a ser hijas (de Sara), si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza" (1.a Pedro 3:6). Por tanto, ocupando exactamente la posición apropiada que Dios le ha ordenado, Sara consigue ser una mujer con dignidad. Luego, cuando Agar la provoca, afirma sus derechos como esposa, y Dios le dice a Abraham que debe tomar partido por Sara.
Sara no se aceptaba a sí misma. Es verdad que ella creyó que el Mesías procedería de su marido. Pero finalmente acabó creyendo que no iba a compartir este honor como madre. Por ello dio a Agar a Abraham. Cuando Dios se apareció a ella y a Abraham, y les dice que el hijo nacerá de su matriz, ella lo duda. Persiste en colocar la promesa sobre el hijo de Agar. Por ello se ríe. A pesar de su risa incrédula, sin embargo, acepta finalmente la esperanza de que el Mesías saldrá de su seno. El apóstol dice que "por fe recibió poder para concebir". Dios, en consecuencia, cumple dos cosas en ella. Por su Espíritu la fortalece y hace que su fe crezca. Además, crea en ella una nueva vida en su seno.
De esta manera pasa a ser la madre de Isaac y a través de él, del Mesías. Y es presentada a todas las mujeres cristianas como su madre. Todas son instadas a ser hijas de Sara, a fin de que pueda crecer en una fe bien fundada y progresiva.
Sara, sin embargo, tuvo momentos pecaminosos. El ceder a Agar fue un acto de incredulidad. Su risa fue también incrédula. A causa de su incredulidad Sara trató a Agar rudamente. Y las Escrituras no disimulan este hecho. Pero a pesar de todos sus pecados, Sara vivió por fe. Por fe recobró su valor como mujer. Por fe, de Sarai pasó a Sara. Comparada con Ada y Zila, Sara es una princesa entre las mujeres.

I- PROFETA ELIAS (caps.1-2):
Nos cuenta el final del ministerio del Profeta Elías: Su profecía a Ocozías, y el arrebato al cielo en un carro de fuego. ... El Rey Ocozías, el octavo de Israel, murió como profetizo Elías, por haber consultado a Baalzebub, cuando se cayó de una ventana (cap.1). ... El cap.2 nos relata la división del río Jordán en dos, cuando Elías puso en él su manto... y el arrebato al cielo de Elías en un carro de fuego con caballos de fuego, ante la vista de Eliseo; y cómo Eliseo se quedó con "dos partes del espíritu de Elías!.
Elías fue el "profeta de las batallas", y los evangelios dicen que Juan el Bautista "es Elías que ha de venir antes del Mesías", como había profetizado Malaquías: "yo envío el profeta Elías, antes de que venga el Mesías" (Mal.4:5); y como profetizó Isaías en su cap.40. En el Monte Tabor apareció Elías con Moisés: Moisés representando "la Ley", y Elías a "los profetas" (Mt.17)... ¡Elías y Enoc fueron los únicos que no murieron en la Biblia! (Gen.5:24).
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ARCANGEL GABRIEL.
"Fortitudo Dei" (Fortaleza de Dios), uno de los tres arcángeles mencionados en la Biblia. Sólo se registran cuatro apariciones de Gabriel:
En Dn VIII, explica la visión del carnero y del macho cabrío como presagiando la destrucción del Imperio Persa por el Macedonio Alejandro Magno, y que posterior a su muerte el reino sería divido entre sus generales. De uno de ellos nacería Antioco Epifanio.
En el capítulo IX, luego de que Daniel había rezado por Israel , leemos que "aquél varón Gabriel… se me acercó en rápido vuelo" y le comunicó la misteriosa profecía de las "setenta semanas" de años que deben pasar antes de la venida de Cristo. En el capítulo x, no queda claro si es que el ángel es Gabriel o no, pero de cualquier manera podemos atribuirle la maravillosa descripción de los versículos 5 y 6.
En N.T. predice a Zacarías el nacimiento del Precursor, y
a María la Madre de Nuestro Salvador.
Es el ángel de la Encarnación y del Consuelo, y en la tradición cristiana Gabriel es siempre el ángel de la misericordia mientras que Miguel es más bien el del juicio. Al el tiempo del mismo, la de en de incluso Biblia, es de Gabriel, del acuerdo contra el nombre del su, el poder de del de ángel de Dios, y es importante notar la frecuencia con la que tales palabras como: "grande", "pueda", "poder", y "fuerza" aparecen en los pasajes referidos anteriormente. Los judíos parecen haber insistido particularmente en este rasgo del carácter de Gabriel, y es recordado por ellos como el ángel del juicio, mientras que Miguel es llamado el ángel de la misericordia. Así, atribuyen a Gabriel la destrucción de Sodoma y de las huestes Senaquerib, sin embargo también lo recuerdan como el ángel que enterró a Moisés, y como el enviado a marcar la figura Tau en la frente del elegido (Ez, 4). En literatura judía posterior se consideraba que los nombres de los ángeles tenían una eficacia peculiar, y el Museo Británico posee unos recipientes con inscripciones de sortilegios en Hebreo, Arameo y Sirio en las que aparecen los nombres de Miguel, Rafael y Gabriel. Estos recipientes fueron encontrados en Hillah, lugar de Babilonia, y constituye una interesante reliquia de la obsesión judía. En literatura apócrifa cristiana los mismos nombres aparecen, cf. Enoc, IX, y el Apocalipsis de la Virgen María.
Como ha sido recalcado, Gabriel es mencionado sólo en dos oportunidades en el Nuevo Testamento, pero no es razonable suponer con la tradición cristiana que es él quien se apareció a San José y a los pastores, y también que fue él quien "fortaleció" a nuestro Señor en el jardín (cf. El himno para Laudes del 24 de Marzo). Gabriel es generalmente llamado sólo arcángel, pero la expresión usada por San Rafael, "yo soy el ángel Rafael, uno de los siete que asistimos delante del Señor" (Tob XII, 15) y las propias palabras de San Gabriel, "Yo soy Gabriel que asisto a la vista de Dios" (Lc, 1, 19), han llevado a algunos a pensar que estos ángeles deben pertenecer al mayor rango; pero esto se explica generalmente refiriéndose a su rango como el mayor de los mensajeros de Dios, y no ubicándolos entre los Serafines y Querubines (cf. St. Tomás, I, Q. CXII, a.3; III, Q. XXX, a.2, ad 4um).
Adicionalmente a la literatura contenida en ÁNGEL in en los diccionarios bíblicos, vea PUSEY, El Profeta Daniel (Londres, 1868); EDERSHEIM, Jesús el Mesías (Londres y Nueva York, 1890), Apéndice. XIII; H. CROSBY, Miguel y Gabriel en Revisión Homilética (1890), XIX, 160-162; BARDENHEWER, Mariä-Verkündigung en Bibl. Studien, X, 496 sqq.
VER:
http://www.psiquiatria24x7.com/bgpopup.jhtml?itemname=review&section=escalera_jacob********************************************************++

NOTAS/ MTRO. SALVADOR LEMIS.
Al preguntársele cuál era la característica de los seres humanos más común en todas partes, aquel viajero que había visto muchas tierras y pueblos, y visitado muchos continentes, respondió: la inclinación a la pereza. Algunos podrían pensar que hubiera sido más justo y más acertado decir: son temerosos. Se esconden tras costumbres y opiniones. En el fondo, todo hombre sabe con certeza que sólo se halla en el mundo una vez, como un unicum, y que ningún otro azar, por insólito que sea, podrá combinar por segunda vez una multiplicidad tan diversa y obtener con ella la misma unidad que él es; lo sabe, pero lo oculta como si le remordiera la conciencia. ¿Por qué? Por temor al prójimo, que exige la convención y en ella se oculta. Pero, ¿qué obliga al único a temer al vecino, a pensar y actuar como lo hace el rebaño y a no sentirse dichoso consigo mismo? El pudor acaso, en los menos; pero en la mayoría se trata de comodidad, indolencia, en una palabra, de aquella inclinación a la pereza de la que hablaba el viajero. Tiene razón: los hombres son más perezosos que cobardes, y lo que más temen son precisamente las molestias que les impondrían una sinceridad y una desnudez incondicionales. Sólo los artistas odian ese indolente caminar según maneras prestadas y opiniones manidas y revelan el secreto, la mala conciencia de cada uno, la proposición según la cual todo hombre es un milagro irrepetible sólo ellos se atreven a mostrarnos al ser humano tal y como es en cada uno de sus movimientos musculares, único y original; más aún, que en esta rigurosa coherencia de su unidad es bello y digno de consideración, nuevo e increíble como toda obra de la Naturaleza y en modo alguno aburrido. Cuando el gran pensador desprecia a los hombres, desprecia su pereza, porque por ella se asemejan a productos fabricados en serie, indiferentes, indignos de evolución y de enseñanza. El hombre que no quiera pertenecer a la masa únicamente necesita dejar de mostrarse acomodaticio consigo mismo; seguir su propia conciencia que le grita: «¡Sé tú mismo! Tú no eres eso que ahora haces, piensas, deseas».
Toda joven alma oye este grito día y noche y se estremece, pues presiente la medida de felicidad que, desde lo eterno, se le asigna cuando piensa en su verdadera liberación; mas de ningún modo alcanzará esa felicidad mientras se halle unida a la cadena de las opiniones y el temor. ¡Y qué desolada y absurda puede llegar a ser la vida sin esta liberación! No existe en la Naturaleza ninguna otra criatura más vacía y repugnante que el hombre que se aparta de su genio y no mira sino a derecha e izquierda, hacia atrás y al horizonte. Al final, es completamente ilícito atacar a un hombre así, pues no es más que envoltura exterior carente de contenido, una vestidura ajada, pintarrajeada, hinchada, un espectro aureolado que no suscita temor ni compasión. Y si con razón se dice del perezoso que «mata el tiempo», habrá que cuidarse seriamente de que un periodo, una época, que cifra su salud en la opinión pública, es decir, en las perezas privadas, muera realmente de una vez; quiero decir, que se la suprima de la historia de la verdadera liberación de la vida. Qué grande debe de ser la repugnancia de las generaciones futuras al ocuparse de la herencia de una época en la cual no regían hombres vivos sino apariencias humanas con opinión pública; por eso, probablemente nuestro tiempo será, para alguna otra lejana edad posterior, el más oscuro y desconocido, en tanto que el periodo más inhumano de la Historia. Camino por las calles nuevas de nuestras ciudades y pienso que de todas esas casas horribles que ha construido la generación de los que opinan públicamente no quedará nada en pie dentro de un siglo, y que también entonces se habrán derrumbado las opiniones de esos constructores de casas. En cambio, grande es la esperanza de quienes no se consideran ciudadanos de estos tiempos; y es que, si lo fuesen, habrían contribuido a matar su tiempo, y con su tiempo se habrían hundido; mientras que, por el contrario, ellos no querían sino que su época despertara a la vida, a fin de existir en esa misma vida. Friedrich Nietzche.
TEORÍA DE LA NEGACIÓN DE LA VOLUNTAD DE VIVIR [libro cuarto, § 48]
Arthur Schopenhauer “El mundo como voluntad y representación”
El hombre ha adquirido la existencia y el ser, sea por su voluntad, es decir, con su consentimiento, sea sin su consentimiento; en el segundo caso, una existencia como la suya, llena de amargura y de dolores inevitables y sinnúmero, es una flagrante injusticia. Los antiguos, especialmente los estoicos y también los académicos y peripatéticos, trataron inútilmente de demostrar que la virtud bastaba para hacer felices a los hombres. En el fondo, la razón de los esfuerzos que en este sentido hicieron los filósofos, razón de que no se daban cuenta claramente, era la hipótesis de que sería justo que sucediera así; el inocente debería estar exento de dolor, y, por lo tanto, debería ser feliz. Pero esta no es la solución seria y profunda del problema.
La solución está en el dogma cristiano que enseña que las obras no justifican. Por más que el hombre practique la justicia y la caridad, siendo lo que los griegos llamaban agaqoy y los latinos honestum, no por esto será culpa omni carens, como dice Cicerón (Tusc. V, l). La verdad está en la sentencia de Calderón, el poeta a quien los sentimientos cristianos inspiraban un conocimiento más perspicaz que el de los sabios de la antigüedad: el delito mayor del hombre es haber nacido. Y no puede parecer absurdo que se nazca ya culpable más que aquel que crea que el hombre acaba de salir de la nada en el mismo instante que nace, y que es obra de mano ajena. Es, pues, el pecado original consecuencia necesaria de su propia voluntad, lo cual le entrega en toda justicia y a pesar de sus virtudes a los padecimientos morales y físicos: por eso no puede ser feliz.Tal es el efecto de la justicia eterna de que he tratado en el § 63 del primer volumen. Si San Pablo (Romanos, III, 21 y siguientes), San Agustín y Lutero enseñaron que las obras no justifican y que somos y seguiremos siendo pecadores, es porque operari sequitur esse, y, por consiguiente, para obrar como deberíamos sería preciso que fuéramos también como debiéramos ser. Pero en este caso no tendríamos necesidad de lo que el cristianismo, lo mismo que el budismo y el brahamanismo, nos dan como fin supremo de una redención (que las dos religiones de la India llaman emancipación final) que nos saque de nuestra condición actual. En otros términos: no tendríamos necesidad de volvernos otros, o, hablando más exactamente, de volvernos lo contrario de lo que somos; pero como no somos lo que deberíamos ser, no obramos como deberíamos obrar. Por eso tenemos necesidad de una transformación completa de nuestros sentimientos y de nuestro ser, de un renacimiento que nos traiga la salvación. La falta puede estar en el operari, en la conducta; pero la fuente será siempre nuestra essentia et existentia, como tengo demostrado en mi Memoria sobre el albedrío. A decir verdad, nuestro único pecado verdadero es el pecado original, el mito cristiano lo coloca después de la aparición del hombre y atribuye a éste, además, la ficción de una voluntad libre, cosa imposible; pero sólo lo hace por vía de alegoría. La sustancia y el sentido verdadero del cristianismo son los mismos del budismo y del brahamanismo: los tres enseñan que el hombre es culpable por el mero hecho de su existencia; sólo que el cristianismo, a diferencia de las otras dos religiones, que son sus hermanas mayores, no procede franca y directamente, no achaca la falta abiertamente a la existencia, sino que hace que la cometa la primera pareja humana. Esto sólo era posible por medio de la ficción de un libre albedrío de indiferencia, y esto, a su vez, sólo era necesario a causa del dogma fundamental judío, sobre el cual necesitaba injertarse la doctrina cristiana en este punto. La existencia del hombre es, en realidad, fruto de su libre albedrío; se confunde con la caída del primer hombre, y el pecado original cuyas consecuencias son todas las demás, apareció a la vez que la essentia y la existentia del hombre; pero como el judaísmo no admite esta interpretación, San Agustín enseña (de libero arbitrio) que el hombre sólo fue inocente antes de la caída y sólo tuvo albedrío en Adán y que desde entonces está fatalmente sumido en el pecado.
En el sentido bíblico, la ley, o nomoV, ordena constantemente cambiar de conducta, mientras que nuestra naturaleza continúa invariable. Como esto resulta un contrasentido, San Pablo dice que nadie se justifica ante la ley y que sólo el renacimiento en Jesucristo, por efecto de la gracia, operando la renovación total del hombre viejo (es decir, una transformación absoluta de nuestros sentimientos), puede sacarnos de la esclavitud del pecado, volviéndonos la libertad y la salvación. Tal es el mito cristiano en lo relativo a la moral. El teísmo judío, sobre el cual fue injertado, tuvo que aceptar ciertamente extrañas adiciones para poder adaptarse a él; la fábula de la caída del hombre por el pecado era el único punto propicio para recibir el injerto sacado del antiguo tronco indio. A esta dificultad, que sólo ha podido resolverse mediante violentos esfuerzos, debemos atribuir las apariencias tan extrañas de los misterios cristianos que repugnan al sentimiento vulgar y han sido un estorbo para la obra de proselitismo de esta religión. La incapacidad para comprender la profunda significación que encierran produjo el pelagianismo y en nuestros días el racionalismo, que elevan la voz contra estos misterios, y tratando de suprimirlos por medios exegéticos no hacen más que volver el cristianismo al judaísmo.
Dejemos ya los mitos. Mientras nuestra voluntad siga siendo la misma, el mundo no podrá cambiar. Es indudable que todos los hombres desean verse emancipados de esta condición de dolor y de muerte; querrían, como se dice comúnmente, llegar a la beatitud eterna y entrar en el reino de los cielos; sólo que no quieren andar el camino con sus propias piernas y preferirían ser llevados por el curso de la naturaleza. Esto no es posible. Nunca nos dejará la naturaleza caer de sus brazos para ser aniquilados; pero tampoco nos conduciría nunca a otra parte que a su propio seno. Y cada cual sabe por la experiencia de la vida y la muerte cuán aventurado es existir como parte de la naturaleza.
Es inútil considerar la existencia como otra cosa más que como un camino errado; toda ella lleva este sello. La salvación consiste en hallar el buen camino. Las antiguas religiones samaneas y el cristianismo primitivo la concebían de esta manera, aunque este último lo hiciera mediante un rodeo. Hasta en el judaísmo, el pecado original (que es su redeeming feature, el rasgo que redime lo demás) encierra el germen de esta concepción. Las dos únicas religiones absolutamente optimistas son el paganismo y el islamismo, por lo que en Grecia el sentimiento contrario sólo pudo revelarse en la tragedia, y en el Islam, la más reciente y peor de las religiones, se ha manifestado en el sufismo, hermosa doctrina procedente de la India, impregnada de espíritu indio y que se conserva desde hace más de mil años.
El único fin que podemos señalar a la existencia es el de convencernos de que valdría más no existir. Esta es la más importante de todas las verdades y es necesario proclamarla, por contradictoria que sea con las opiniones que dominan actualmente en Europa. En cambio, es reconocida y profesada, lo mismo hoy que hace tres mil años, por todo el Oriente no musulmán.
Considerada la voluntad de vivir objetivamente y en conjunto debemos representárnosla, con arreglo a lo que acabamos de decir, como descarriada por un error.
La negación de todo lo que venía persiguiendo, el desengaño, es lo que las religiones llaman la negación de sí mismo, pues lo que entienden por sí mismo es la voluntad de vivir. Las virtudes morales, la caridad y la justicia, que cuando son sinceras nacen de que la voluntad de vivir ha traspasado el principio de individuación y se ha reconocido como idéntica en todos sus fenómenos, son un primer indicio, un síntoma de que la voluntad del individuo no está estrechamente atada al error y de que la desilusión se aproxima, podría decirse que bate ya las alas, preparándose a volar.
Por el contrario, la injusticia, la maldad, la crueldad son las señales positivas del profundo extravío en que se halla sumida la voluntad. Además, las mismas virtudes morales son un estímulo para la renuncia y la negación de la voluntad de vivir .

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