ANTONIETA, obra teatral para actriz o actrices. Salvador Lemis.

Antonieta o El Suicidio.


Obra teatral para actrices. México. MMIX
CUADRO PRIMERO.

La actriz avanza en diagonal por el escenario, hacia el proscenio. Vestida impecablemente de negro. Se escucha un órgano con una Toccatta y Fuga, de Johann Sebastian Bach. Duda, da unos pasos atrás. Recomienza. Inicia el camino, avanza, se estremece. Se arrodilla. Se persigna. Reza en susurros. Saca algo del bolso: una pistola. La lleva hasta su pecho y se dispara. Cae de bruces. Se desploma. Apagón. Se levanta. Se arregla el vestido. Vuelve al inicio. Repite las acciones. Como en un perpetuum mobile de pasos hacia la Muerte, de ensueño o pesadilla.

CUADRO SEGUNDO.

Se escuchan los aires de un fox trot.
Ella sonríe. Abre los brazos, danza como alocada por el recuerdo, las trampas de la evocación. Sufre un dolor en el bajovientre y cree vomitar. Se siente morir. Una tristeza profundísima le invade.

ACTRIZ: Puedo ser Antonieta.
He fallecido en el Hôtel-Dieu, un sitio de caridad, cercano a la Catedral de Notre Dame, en pleno París... Los árboles estaban plomizos, las palomas grises se espantaron con el apuro de las gentes que cargaron mi cuerpo.
Es la Muerte el sitio de mayor soledad. Infinita hasta la perdición.
¡Aquél disparo atroz! Retumba en mis oídos de muerta que recuerda el instante supremo de despedirse del mundo.
¡Aquél disparo en plena Catedral! Se estremecen las lámparas, las velatorias que se alargan a las cúpulas del cielo.
Morir, olvidar el amor, olvidar las cadenas que nos han aprisionado alma y voluntad...
Tal vez no regresar.

(Registra en su bolso.)
Sólo llevo un cargamento de amarguras al paseo de la Muerte. Empobrecida por la rapiña de todos, por las garras de todos, por el secreto afán de los demás de darme por mi lado, hasta dejarme sin sangre, hasta abusar de mi paciencia y hasta de mi corazón de mujer.
Tengo quince francos, la pistola, que es lo mismo que decir "la fatalidad"... y esta carta.

Ha venido Arturo Pani a identificar mi cuerpo lleno de sangre. La misma sangre que bañó a mi pequeño Douglas Antonio el día de su nacimiento. La misma sangre que hubiera dado por Vasconcelos, por los días en que me llamaba Valeria, su Valeria... La misma sangre que tantas veces vi derramarse sobre las cartas que escribí a Manuel..., que vi brotar desde los ojos crueles de Albert Blair.

Amé demasiado. Nunca he sido amada.
Amada con la intensidad que he deseado ser amada. Mas no he sido la única. Muchos desean ser amados con la fuerza verdadera del amor. Así de sencillo. No quiero enredarme en las disquisiciones de una filosofía que no me interesa ya entender... Nos complicamos sin razón y la Muerte nos resuelve todas las interrogantes: nada es necesario, nada es vital, nada nos rebasa y nada nos llena el alma. Soy Antonieta, una cáscara vacía de sueños desechables.

Mi cuerpo, helado, estuvo acostado en la Morgue durante cuatro largos días y noches. Es el espanto de sentirse muerta... y lo que es peor...abandonada.

No encontraban un pedacito de tierra para mí.
¿Pero acaso necesitaba descanso?, ¿de qué...? ¿Por qué? ¿Ya para qué?

Me enterraron el lunes 16 de febrero de 1931, bajo un triste ciprés, en el nuevo Cementerio parisino de Thiais, a unos veinte kilómetros de la Ciudad Luz, por la carretera de Fontainebleau. Allí quedó tirado mi cuerpo, un suspiro muerto que se abandona.

División 40, línea 11, tumba 46, viento gélido que mis pechos mustios no sentían ya.
Un modesto ataúd de pino aromático marcado con el número 331-1931.

Han querido incinerarme, volverme cenizas..., pero como mi suicidio ocurrió en la casa de Dios la ley es implacable y no lo permite.

Todavía recuerdo el aroma del ataúd de pino viejo... Es el olor de los muebles de la casa de mi padre... Estoy acostada en el fondo acogedor, tibio, del espíritu del bosque francés... Se asoman y me ven: "muy bonita, perfectamente arreglada, parece que duermo, es tal el aspecto de paz y tranquilidad que tengo. ¿Y el entierro? Muy decente. Voy cubierta de flores y rodeada de mucho cariño por los que me acompañan."
Ahoritita mismo debe estar lloviendo en México.
(Toma una sombrilla blanca. Avanza al centro del escenario. Al abrir la sombrilla, por el mecanismo de un hilo invisible, sale volando por los aires. Ella la observa subir, elevarse, desaparecer. Se estremece.)

Soy Antonieta y Valeria y la princesa Poniatowska, que también murió esa mañana en Saint Pierre de Neully, y soy la pobre Juliette Baraine, que casi a la misma hora se ha disparado un tiro en el corazón, en un departamento cercano, en la Plaza de la República..., y soy Esperanza, Ivette, Rachel y Ana y Regina y Ligia y Alma y Laura y Aída y Armandine y Mayte y Diana y Elena y Martha y la mujer que nunca existió...

¿Quiénes se acuerdan de mí? Todos.
¿Quién puede regresarme a la tierra? Ninguno.
La Muerte es la intemperie más hermosa: hemos descansado del Falso Amor y la Insatisfacción.
¿Por qué tengo que contar aquí cosas en las que ya no creo? Palabras que en un tiempo fueron escudo y espada: formas nebulosas de defender lo inevitable...
Quise morir para encerrarme en mí misma, al menos mientras mi cuerpo tuviese esta armazón de huesos y fragilidad y pudiera aún almacenar burlas y recuerdos... Mientras conserve cabellos, el pellejo que encierra el alma, esta caja amarillenta como las hojas de la Avenida de los Héroes, en el otoño de las simulaciones. Mas he querido mostrarme como fui, aunque sólo queden mis palabras escritas.

Terminaron mis huesos confundidos en la "fosa común..." En el amasijo inmundo de fémures, cráneos sonrientes y polvo ya no se reconoce a nadie. Ya no se reconocen los días de soledad y mucho menos de esplendor.
Por eso ahora, frente a quienes se atreven a juzgarme o a sentir curiosidad por lo que fue mi vida, he decidido recuperar trozos del naufragio de mi corta juventud...
Y aquí estoy, llena de mí. ¡¡En el espectáculo de María Antonieta Rivas Mercado!! ¡¡El espectáculo inolvidable para los que permanecen vivos...!!, pero que pronto, por desdicha humana, también habrán de irse.
¿Cómo empezar?
A nadie parece importarle lo trascendente.
Las personas se sienten felices cuando logran conocer secretos inútiles, vulgares...
Nunca llegan a la verdad de su condición.

Por eso he decidido hacer esta Fiesta en París, año 1927, ¿o no? Una niebla nos llena de inseguridad. El amor escapa por las paredes, se mete en el alma, nos estremece.
¡Música para vivir! ¡Descorchen el champán! ¡Aquí no se ha muerto nadie! ¡Cambien esas caras y sonrían que aquí no se ha muerto nadie!

MUSICA. UNA CANCION DE MODA..., DE LA EPOCA.
Antonieta inicia unos pasos de baile y está aparentemente feliz. Se escucha el ruido de la muchedumbre. La gente ríe. Chocan las copas. Silencio.
Se escucha un disparo.
Antonieta se espanta y se cubre los oídos. Silencio. Se escucha el pitido de un tren. Luego el viento frío que sopla. Cae de rodillas una vez más. Llora.
Se recupera, se alisa el vestido y con un pañuelito se limpia las lágrimas.

CUADRO TERCERO.
Antonieta:
EVOCA:
I.- "Manuel: (...) Vine necesaria y materialmente envenenada (esto me es fácil disiparlo) No podré ir por usted a las 6:30. Suya, Ant. ¿Se inyectó? ¿Quiere que cenemos juntos? ¿Le parece bien a las 8:15, Broadway?"
II.- "Manuel: insisto en que acabando el ensayo venga a cenar conmigo. No es capricho. Compréndalo. Tampoco se trata únicamente de tener su compañía. (...) Se lo pido por mí. ¿Concedido?, Antonieta."
III.- "Manuel: Vine volando, esperando contra esperanza, (...) ansiosa por verle y pedirle que me diera la paz de sus ojos. No pasó nada. Usted comprenderá que nada puede pasar, sólo cosas desagradables, ridículas, necias...(...) Mañana monto a caballo y estaré de regreso tarde. (...) Necesito verle. (...) Si no, le espero en casa para tomar el té, Antonieta."
IV.- "Para no castigarme demasiado, ¿y si nos viéramos en el Pirata a las 6:15 para bailar un rato? (...) Suya, Antonieta."
V.- "¿Le parece bien a la 1:15 en La Ópera? (...) Sabe que se le quiere más de lo que es bueno."
VI.- "Manuel: (...) tengo necesidad de verlo. (...) He tenido una mañana amarga, Antonieta."

VII.- "Me he ausentado de mí misma. Sé que sigo existiendo porque me acuerdo de usted, aun olvidada de mí. Porque usted es el camino y el fin de la jornada."

Pero Manuel no me amaba. Nunca me amó. Al menos como yo hubiera querido que me amara. Que abandonara sus costumbres por mí. Disfruté de su compañía y de sus ojos. En él "todo es orden, verdad, todo amor y videncia", pero jamás me amó.


CUADRO CUARTO.

Antonieta: Alicia siempre fue la guapa... Alicia, mi hermana; (con desgano y un dejo de burla) y yo la singular, la marcada por un espíritu que nunca llegarían a comprender... Ni siquiera yo misma.
Aprendí francés rápidamente. Me salvó de tantas cosas. Fue esencial para mí.
Aprendí piano y lo tocaba para ahuyentar mi soledad.
Me cortaba el pelo "a la Juana de Arco". Basé mi elegancia en la sencillez.
París, la France, Abril de 1909; vimos las fusiones, los moldes, los trozos dispersos del Ángel que coronaría la columna para celebrar cien años de independencia.
Don Porfirio pagaba y pagaba bien.
Navegar en La Navarre hacia la primavera de París, pasando por la Habana.
Puedo verme en un traje sastre... de lana gris y un sombrero de paja con listón de terciopelo negro.
Los domingos, traje azul marino y un sombrero lleno de flores.

Me hechizó la bohemia artística. El primer error. Desorden, locura, ligereza, pasiones altas y bajas, música, lágrimas y risas, centelleo.

Sarah Bernhardt, Max Linder, Gavroche, Diego Rivera, el Lago de los Cisnes..., el ballet clásico... ¡Soñar con una orquesta sinfónica para México!

El segundo error: adoré París. Bon soir, mes amís. (Música.)
Au revoir, París. Au revoir, París.
¡Qué época para mis países del alma...! Tecnicismos y doradeces.

Buenas noches, México de mis amores. (Cambio de música.)

1910, voy a cumplir 10 años. Voy en el Chrysler con mi padre. Su agua de colonia me sofoca. Se mezcla con el aroma de la brillantina. Coyoacán "apapacha" de tibieza...
Llueven las invitaciones. Rivas Mercado, Rivas Mercado, Rivas Mercado...
Recepciones, inauguraciones, bailes, desfiles, garden’s parties, cenas, soirées, banquetes y guerras de flores.
Adiós, Tenochtitlán. Adiós.

1910 u 11 o 12... ¿Qué importa si todo se ha perdido?
Nosotros pasamos. Hormigas locas que ni siquiera el Ángel se atreve a mirar por temor a contaminarse, a caer.

¡Estatuas! “Las ensucian los pájaros, las mutilan los pervertidos, las mortifica el viento, los gobiernos las echan abajo, pero nadie es capaz de traspasar su piel de mármol.” Eso dijo Ana en “La Ciruela”, ¿recuerdan? (Despecho.) Ana… Nadie sabe quién es Ana. ¿Y Geraldine? ¿Y Rita Montaner?

EL ÁNGEL DE LA INDEPENDENCIA...
La In-dependencia...
(Señala a lo alto con el índice extendido y cae sobre ella una gran tela evanescente, casi líquida.)
Fue para mi padre como alcanzar el cielo. Confraternizar con los enviados de Dios.
Otra mentira.


CUADRO QUINTO.

Antonieta: ¿Por qué dejar de amar un hombre significa derrumbarnos?
¿Por qué un ángel? ¿Por qué el clavel? ¿Por qué la prisa?
¿Por qué la porcelana y el mármol?
Estoy serena.
Tengo que creer que estoy serena para que eso no influya en mi ánimo.

Soy una muchacha fea y elegante que sonríe al mundo con sonrisa melancólica.
Ustedes allá. Yo aquí.
Nos separa una pared de sombras.
Un leve roce y se quebraría el encanto. Volvería al polvo, donde se hunden todas las cosas "importantes".

CUADRO SEXTO.

Antonieta: ¡La chispa que hará estallar la revolución!
¡Bienvenido, Madero!
¡Don Porfirio a su exilio europeo!
La revolución no nos afectó. Rivas Mercado: los intocables. Qué tontería.
¡El asesinato de Madero! ¡El asesinato de Pino Suárez, el Vicepresidente! ¡Horror, la decena trágica!
¡Mis padres se separan!
¡Bienvenido al poder, General Victoriano Huerta!
(Hace una mueca.) Y más y más y más cambios políticos... Nunca se acaban. También los he olvidado.
Quedamos abandonadas.
Mi madre, Matilde, tenía un amante, más qué importa... (Grave.) No he venido aquí a contar chismes de mercado.

¿Acaso yo misma no tuve amantes después?

CUADRO SETIMO.
Soy Isadora. Otre femme.
Mi cuerpo no es cuerpo sino rastrojos de viento.
Viento frío de montaña.
Soplo ardiente de volcán.
Esta bufanda le dará a mi destino un rumbo inesperado.
A le petit prince también le sirvió para volar… “Si un día quisieras regresar a tu planeta, yo podría ayudarte. Soy más rápida que un barco…” Dijo la serpiente.
“Je puis t’emporter plus loin qu’un navire. (…) Celui que je touche, je le rends à la terre d’ou il est sorti, dit-il encore. Mais tu es pur et tu viens d’une étoile… (…) Tu me fais pitié, toi si faible, sur cette Terre de granit. Je puis t’aider un jour si tu regrettes trop ta planète. Je puis… (…) Je résous toutes les énigmes. ”
(Sonido de automóvil antiguo, de manivela.)
Me enamoré muchas veces. Y la pasión la conocí en La Habana. (Picardía.) Bueno, un cubano jugoso hizo que me sirvieran de algo las contorsiones de mi cuerpo.
Luego perdí a mis dos hijitos… (Llora.) Mis criaturas… ¡Malditos automóviles! ¡Ahogados! ¡Se hundió con ellos hasta el fondo y gritaban: Maman, maman, au secours!
(Confiesa, amarga.) Mis tesoros murieron, de muerte brutal: yo quise morir también.
Una mujer es una mujer: lo demás son frivolidades.
El viento me pega cachetadas en el rostro… Es uno de esos días en que me siento serena. No juzgada, no asediada… Yo, Isadora Duncan, hija del aire. ¡Y mi bufanda de oro vuela como el ala quebrada de la Victoria de Samotracia! Niké Aptera…
(Frenazo brutal. La bufanda se enreda en el mecanismo de varillas del auto y estrangula a la mujer. Un quebrar de cuello: cisne frágil.: crash.)
Je suis un cygne avec un rubis au coeur de mon torse.

CUADRO OCTAVO.

Juliette: Soy Juliette Baraine. Me siento sola.
Ayer estuve sentada toda la tarde junto al borde de tulipanes... Sola, como siempre. François no vino. Ya no vendrá. La carta que me dejó en mi pequeño departamento de la Plaza de la República era... demasiado clara. Apenas sabe escribir. Una letra fea, garabatos de odio o de celos o de infidelidad.
¿Qué puede hacer una muchacha sola deambulando por París?
Dejardevivirnonopuedohacerlo Dejar de vivir no no puedo hacerlo Dejar de vivir no no puedo HACERLO DEJAR DE VIVIR NO NO PUEDO HACERLO DEJAR de vivir no no puedo hacerlo
¡Oh, dios, qué infelicidad! ¿Qué remedio puede tener alguien que desea ser querido..., sencillamente, ser querido por alguien...?
Tener salud, alegría pasajera, juventud y nada en la bolsa.
Ver los amaneceres por las callejuelas... El frío. Ser abrazada.
Detenerse frente a una pensión y besar unos labios calientes.
Y luego nuevamente estar sola. Sentirse fea. Tal vez morir.


CUADRO NOVENO.

Armandine: Soy Armandine. Una bailarina.
¡El maquillaje! ¡Los vuelos de encajes! ¡Las miradas de lujuria!
Sentirse desnuda sobre el escenario. Bailar, bailar, danzar y reír con las burbujas de buen vino espumoso.
El baile de la desesperanza.
Y al llegar a la casita de la Rue de la Paix, desangrarse suavemente. Abrir un canal sanguinolento en los brazos y las piernas.
La última noche. El último baile. El último rechazo a un sexo hiriente, un cuchillo de carne en la vagina. Sola.

Y al día siguiente la alfombra estará manchada. Nadie podrá lavar esta mancha que se extiende. El color de la vida que se va.
Desangrarse. Tal vez morir. Si no todo quedaría como un intento de suicidio más, en París, año 1931. Solos.


Y…


CUADRO DECIMO.

Regina: Desde la cuna mi pecho tiene un agujero negro...

Mi vida es un desastre. ¿Cómo puedo comportarme como una mujer...adulta... si asumo cualquier responsabilidad con esta locura infantil, con este desatino...?
¡Sí, es fácil para nosotras pensar que el mundo gira alrededor de un hombre! Alguien.
Llegamos creer esa mentira.
Dependemos de sus caprichos.

(Sonríe.) Pobre mujer. ¿Dónde dejas la cabeza?
Y si él falta, te derrumbas. Si él falla frente a tus ilusiones...

¡La pistola no! ¡Tira eso, Regina, tira eso! ¡Tira eso!
¡No te mires en el espejo! ¡No camines!
Hay días en que si llego a mirarme al espejo me mato. Me corto las venas.
¡No respires! No pienses tan sólo en morir.
Pero... cada paso involuntario me lleva a la Muerte.
He sido ajusticiada negando al destino.

(Sonríe y su sonrisa se deforma.) ¿Acaso no han descubierto que esta obra teatral es una estadística de suicidios? ¡Más les vale!

Fui Regina, sombra de otra mujer. (Suicidio.)


CUADRO ONCENO.

Laura: Te pido... delicadamente... que me dejes en paz.
Estoy leyendo la vida de Antonieta.
¡Quiero recordar!
No sé como puedes inmiscuirte en mis cosas. No sé cómo te dejo inmiscuirte en mis cosas...
No darme aire.
¡No me dejas respirar!
No quiero pensar que cada discusión de nosotros me va a servir de justificación para pedirte el divorcio. Estoy harta de continuar a tu lado y otra vez de la idea de separarnos.
¡Estoy harta! ¡Quédate en un rincón! ¡Desaparece! ¡Quítate de mi vista! ¡Destrúyete!
Ahhgg... (Suicidio.)


CUADRO DUODÉCIMO.

Alma: (Arrodillada, estira el cuello y medio cuerpo hacia atrás; palpa el aire. Intimidad total.)

¿Puedo llamarte "pequeña", "mi pequeña"?
¡Qué suaves tus pechos! ¡Y tu boca!
(Ríe.) Pareciera que no tienes cartílagos en la nariz. Se deshace en mis dedos. (Se acaricia.)
Somos gemelas. (Compara sus pechos.)
¿Lo sientes?
Ninguno de "ellos" me hace gozar. Tú sí. ¿Te avergüenzas?
Hermana, hermana mía, bésame.

Déjate llevar por las ondas.
Muerde mi oreja. (Risilla.) ¿Te gustan mis orejas de conejita? ¡Son tuyas, cielo!
¿Qué me importa?
Esos machos de mierda sólo sirven para llenarnos de saliva y hacer arqueadas de asco cuando se acercan aquí.

Amore, amore, géminis del cielo.
¡Qué infelicidad!
¿Cómo la soledad puede deformarse tanto, dios mío?

Bésame. Nadie nos mira.
He comenzado a ser feliz.
Sshhh..., no lo digas a nadie. Tengo mi bolsa llena, llena de píldoras. Pastillas fortísimas.

Quiero cortarlo todo. Para siempre.
Dame una última noche de comprensión. Soy tu Alma, me llamo Alma, no lo olvides nunca.

He leído un libro.
Sí, sobre una mujer. No. No era como nosotras.
Se mata en una Catedral. Yo no me mataría en un sitio así. Prefiero matarme en el baño.
Y hasta en un estadio de football... (Ríe.) No sé. (Pausa.) Te lo dejo, te regalo el libro. (Sonríe.) Mi testamento.

¡Oh, me haces daño!
Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero.
Hazme olvidar. ¿Cómo se llamaba? ¿Quién? ¿Ella?
Como tú: Antonieta.

Y…


CUADRO DÉCIMOTERCERO.

Laura: (Miedo.)
¿Quién está ahí? ¿Quién...?
Otro ruido.
(Grita.) ¡Tengo un cuchillo! ¡Suficiente para cortar una mano!
¡Salga de una vez! Quienquiera que sea salga de una puñetera vez.
¿Quién...?
¿Eres tú? Soy yo, Laura. Me haces daño. Aparece. Tengo miedo. En México nadie está seguro. Nadie.
Quienquiera que sea ya perdí la paciencia.
Este cuchillo está afilado. ¡Es de cocina!
¡No me importaría clavarlo!
¿Prima...., eres tú?

(Susto.) ¡Oh, esa ventana! Tengo que cambiar las cortinas.
¿Amor, eres tú?
(Crisis histérica.)
¡Deja de jugar!
¡Estoy harta de juegos!
Deja de una vez por todas de molestarme.
(Se abraza al cuchillo y llora.)


CUADRO DECIMOCUARTO.

Diana: (Se pellizca las mejillas.)
Estoy serena. Tengo que pensar que estoy llena de sangre alegre, fresca.
La calle. (Pasea.)

Allí hay una tienda de mascotas, allá un café bohemio, más allá una librería esotérica y ahí una chica se pinta los labios. Levanta la mirada vacía, me ve pasar.

Hola, amiga, sí... puedo adivinarlo todo. Por eso y sólo por eso me llamo Diana. No te esfuerces por parecer segura. Aquí nadie lo está. No. Es el conflicto del siglo.

¿Qué lees? ¿La vida de otra mujer?
¿Acaba como Anna... Anna Karenina?
Es gracioso. El gran final.
Así terminamos todas. Muriendo por alguien.
¡No, no, eso no es exacto!
Muriendo por nosotras mismas. (Suicidio.)

CUADRO DÉCIMOQUINTO.

Juliette: (Reza.)
Padre, oh, Padre divino que te has alejado tanto de nosotras...
Escúchame.
Estaba llena de ti.
¿Y ahora?
¿Quién está aquí para consolarme?

Padre, oh, Padre divino, vives a través de nuestra soledad de mujer.
¿Qué podría hacer para que me escuches?
Estás tan lejos de mi risa, de mis náuseas de embarazada, del remolino de mi clítoris, de estas palomas... De mis pensamientos.
¡No, no, de mis pensamientos no! Soy humana.

Escúchame.
No necesito penitencia alguna.
Sólo deseo morir. Debo morir.
Sé que habrás de perdonarme por atentar.

Voy a colgar una cuerda del cielo. (Suicidio.)

CUADRO DÉCIMOSEXTO.
Sarah: (La actriz.)No hay que nacer reina para serlo. Auténtica, verdaderamente.
Mi voz, mis inflexiones, mi mirada, la sola presencia de mi delgadez frente a cientos de manos que aplauden frenéticamente el acto.
Tan sólo cruzo el escenario y aplauden.
¡Me lo he ganado!
Y mientras mi personaje de Tosca muere…, estoy memorizando tirada aquí, balbuceante, sin que llegue a las primeras filas, los parlamentos que Rostand ha escrito para mí… O Hugo… O Alexandre Dumas hijo… “El Aguilucho”…, o “Hernani”…, o “La Dama de las Camelias.”
Soy Sarah Bernhardt. (Suspiro) ¿Quién me recuerda?
“Pour réparer des ans l’irréparable outrage.” (Pronuncia este texto de Athalie, de Racine, como para disculparse ella misma ante su público, por su vejez, sus enfermedades, su pronto morir…)
Me falta la pierna…, pero sigo, insisto. Un técnico olvidó en un descuido colocarme el colchón sobre el que debía caer desde la atalaya de TOSCA y me partí la pierna: la gangrena avanzó…, un dragón despiadado.
Si tengo que morir, moriré actuando, que para eso tengo la fuerza de mil mujeres locas. Vivas. Capaces. Ardientes. Hermosas. (Susurra) A menudo, en los entreactos, se escuchaban mis gritos de dolor en la platea… La gangrena avanzaba y tenían que extraerme el líquido de la rótula…. Ahhhgggg…
Sé que mi hijo Maurice me chupa la sangre… Mon pouvre petit… Y ellos… los del teatro. ¡Pero dependen de mí, de mi voz, de mi memoria! Cést la vie et rien plus…, y nada más. De todos modos…, el público es ingrato. (Oye el mar…) No, no es el oleaje de las cosas de Inglaterra, es… es… otro mar. (Evoca.) Recuerdo Cuba… estuve parada sobre una ballena que recaló en la bahía de La Habana…; siempre he sido criticada por mi “estrafalario modo de vivir intensamente”… ¡Eso es envidia! ¡Indios con levita, bah!
(Rememora.) “En París, en el frontón del edificio de la Place du Chatêlet, se lee todavía en grandes letras: ‘Théatre Sarah Bernhardt’. Hace unos años, años…, en 1936, una vaga compañía de mediocres intentó cambiar ese nombre, pero, gracias a dios, la Municipalidad lo impidió enérgicamente. Ahí pueden verlo aún, grabado en la piedra, como en mi tumba del cementerio de ‘Pére Lachaise’ y en la estatua de la Place Malesherbes…”
(Actúa, declamando espléndidamente:)
“Dieux, que ne suis-je assise à l’ombre des foréts !
(PAUSA)
Trois lampes sont éteintes á la deuxième frise.
L’électricien sera mis à l’amende.
(Sin interrupción tras ese regaño a los electricistas.)
Quand pourrai-je, au travers d’une noble poussière,
Suivre de l’œil un char fuyant dans la carriére. »
(RÍE)
Tengo sesenta y tres años y voy a morir.
(Llama a su hijo y muestra dos sobres.) “Maurice, Maurice…”
Toma estos dos sobres. En uno hay un cheque de cien mil francos.
Y en éste hay dos recibos…. Uno de un “chàteau” que te he comprado en Belle-Isle…, y el otro…, el otro es de todo lo necesario… muebles, objetos…, para tu comodidad. (Él llora y ella lo interrumpe.) “Tais-toi, tais, toi, tu n’est qu’un vieillard!!”
Et… la rose.
(Madame Bernhardt desfallece como una orquídea blanca.)
Je suis une orchidée blanche, pourrie…
Et…
CUADRO DECIMOSÉPTIMO.

Antonieta: Lo contaré con palabras... NotreDame estaba silenciosa. Todo relumbraba. Caminé por la derecha hacia el centro o quizá más cerca del Altar Mayor... No vacilo. Llevo la serenidad.
En mi cartera se agita la pistola, un animal vivo...

No hay que pensar.
Empuño con firmeza este trozo frío de metal que me liberará. Acaso.
Apunto a mi pecho, un costado.
¡Fuego!
Una llama ardiente, clara, fatal.

¿Por qué suicidarse de esta manera?
¿Por temor a quién? Ya.
¿Por amor a qué?

(Habla para sí.)
Es lo que he venido a buscar después de todos estos años.
Confesarme con los que me entiendan. Aquí.

Nos separa una pared de sombras.
Un leve roce y se quebraría el encanto.

Volvería al polvo... donde se hunden todas las cosas.
Atención. Cuidado. No hablen. No respiren. No enseñen la lengua. No hablen mal de mí.

(Toma un mantón de Manila. Se escuchan aires flamencos. Danza.)

Anto...nieta, An...tonieta. Antonie...ta. (Canturrea…)
¿Adónde vas? ¿Hacia dónde voy?
De paseo.
¿Con quién?
Con mi sombra fiel. Y con mi hijo fiel y con mi fiel soledad y mi sonrisa triste, fiel.

"Me siento radiar de felicidad. (...) Me siento ligera, luminosa, etérea, liberada de un peso, pronta a volar a mi propia creación. El que huía... (...) Amo a México con dolor que nada calma. (...) He pensado en la humildad necesaria para aceptar marido. (...), si no, mantendré una ilusión puramente intelectual. Él necesita de mí más que yo de él y lo sabe."

"¡Vivre est une aventure! (...) Es mi credo."


CUADRO DECIMOCTAVO.

Antonieta:
El teatro y la tarde. El teatro y la aurora.
El teatro y la confusión. El teatro y yo misma.
El teatro y Salvador...Novo. El teatro y la carne.
El teatro y la luz. El teatro y tu siglo.
El teatro y la angustia y la crueldad y la Nada.

¡El teatro y la Vida!


CUADRO DECIMONONO.

Antonieta: (Susurra.) Vasconcelos. "La democracia en bancarrota."

No quiero recordar esa parte... ¿Por qué me obligan?
¿Qué hago en este teatro?
¡Horror! Mi vida en este escenario.
Demasiado tarde para arrepentirse. El disparo ha sido dado.

"El valor infunde respeto. (...) Asombroso continúa siendo que el candidato no pereciera durante su campaña democrática; las acechanzas no faltaron (...). La gente, temerosa, permanecía de guardia en torno de la casa donde pernoctaba Vasconcelos, esperando en cualquier momento una agresión directa. A lo largo del camino, los atentados dirigidos contra él no le hirieron en su persona. Guadalajara, Pachuca, Santa Rosa, Torreón, Laredo. (...) Él fiaba el triunfo de su causa al campo mexicano, de donde han salido todos los movimientos de protesta."

Escuché tantas "imbecilidades ruines":
"Dile a Vasconcelos que sea hombre... que se contrate unos dos o tres que vayan a asesinar a Calles -entonces en París descansando-; él es el que nos tiene unidos por fuerza: si él muere se desgrana la mazorca, de otra manera yo no me meto, porque nos acabarían; con el apoyo del yanqui nos derrotaría como ha derrotado a otros... Dile que sea hombre, que lo mande matar..., y entonces..."
¡Puaf..., moral callista!

"¡No, eso te deshonraría... mancharía a tus hijos... no debes hacerlo... deja que esa comisión se la den a otro... Tú, si lo prendes, pásalo no más a otro... No manches el nombre de tus hijos..." Dijo la mujer.

"...se diría que me oprimen la garganta con un collar de perro..."
La historia. ¿Amé la historia o amé a Vasconcelos?
Y me llamaba Valeria, su Valeria.
Y con otro nombre me ocultaba del sol.
¿Qué importa el nombre?
"Por mi raza hablará el espíritu."

(Se disfraza con una gorra militar y unos bigotes y canta: LILI MARLEEN.)


CUADRO VIGÉSIMO.

Antonieta: Albert, José, Manuel, adiós...
Cuántas veces, junto a ustedes, junto a su respiración, estuve tentada a morir.
Morir y sólo morir. Descansar de las palabras, los discursos, la poesía, las charlas..., las mentiras...

Yo no fui a la Catedral. La Catedral avanzó hacia mí; en mí penetró su enorme atrio y su puerta inmensa penetró hacia mí.
Y en mí penetró el fuego y el plomo y la luz y la sombra y la oscuridad total y la Nada.
(Canturrea.)

El corazón se gasta.
¿Por qué dejar de amar la Vida significa derrumbarnos?
¿Por qué el clavel?
¿Por qué la prisa? ¿Por qué un ángel nos observa?
¿Por qué la madera de las cajas?
¿Por qué el último puñado de tierra?
¿Por qué el primer y último suspiro, por…, ah?


CUADRO VIGÉSIMOPRIMERO.

Antonieta:
Estoy serena.
Tengo que creer que estoy serena.

(Espantada.) ¡Una avalancha de mujeres cae en la fosa común!

Todas se han muerto como yo, de la angustia del vivir.

Miro México por última vez, desde lejos, desde París.
La Catedral de Nuestra Señora es el mejor resguardo.
El inmenso resguardo de su inmensidad.

Aumentó la soledad. Terminó el esplendor. Au revoir, Antoinette, je t'aime beaucoup, ma petite fille. La muerte siempre nos deja inconclusos... Siempre queda algo por decir.
(Suicidio, una vez más.)

Antonieta avanza en diagonal por el escenario, pero esta vez de espaldas al público, ocultando su rostro. Se escucha un órgano con alguna Toccatta y Fuga de Johann Sebastian Bach. Duda, da unos pasos atrás. Va hacia los espectadores. Implora con la mirada. No recibe la respuesta que espera... Recomienza. Inicia el camino, avanza, se estremece. Se arrodilla. Se persigna. Reza en susurros. Saca algo del bolso: una pistola. La lleva hasta su pecho y se dispara. Cae de bruces. Se desploma. Apagón. Se levanta. Se quita el vestido; comienza a quitarse el maquillaje. Es la actriz.


CUADRO VIGESIMOSEGUNDO.
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EPÍLOGO. (OPCIONAL)

Actriz: (Quitándose el maquillaje, vestuario, etc, coloquial.) Pude haberme negado a hacer la obra. Of course! ¿Qué descubrí?
Mejor dicho: ¿qué han descubierto?
A mí me parece que es un teatro demasiado..., ¿cómo decirlo? "Intelectualizado."
¡No, no es la palabra!
¡Rebuscado! ¡Eso!
Ni que fuera tan fácil eso de matarse.

Ay, y estos maquillajes que me llenan de arrugas.
Una amiga me dijo que las luces nos resecan. ¡Por favor, que alguien apague algunas! (Lo hacen.) ¡Gracias!

¡Qué obra de locura! Que si la muerte y la muerte y la muerte... Parece un matadero de reses.
¿No que era sobre Antonieta o sobre Sarah o Isadora…?
Mujeres. Ni siquiera ya el “feminismo” nos salva.
Ser mujer. Ya de por sí es demasiado difícil. Te compromete ante la Vida, ante la Naturaleza, donde engendras Vida y más Vida.
¡¿Amor, amor?! ¿Alguna de nosotras ha sido amada? En el mejor sentido de la palabra…

Todas queremos olvidarnos de la Muerte.
¿A mí qué me importa la muerte?
Prefiero un fin de semana en el mar. Un fin de vida en el mar, sobre la arena caliente… O viendo la tele con pasarelas de modas o una serie de idiotez o…. No sé. Cualquier cosa que no sea esa obsesión de matarse, de desangrarse, de pegarse un pistoletazo en el sitio más inconveniente: el seno. Mis palomas dormidas y suaves. ¡Pom!

Imagina: ¡tuve que cortarme el cabello para estar "a la usanza de los veinte"!
Y estos vestidos. ¡Qué molestia! ¡Qué incomodidad!

Este tipo de obras me deja insegura. ¿Para qué quiero más inseguridad? ¿Para qué...?
Jamás podría matarme. No. Aunque no me han faltado ganas.
(Termina de cambiarse de ropa. Se equivoca y agarra la bolsa de Antonieta. Duda, sonríe. Toma su bolsa. Cae la pistola. Duda. La coloca en su propia cartera... Suspira. Sale. Fuera de escena se escucha un disparo atroz.)

TELÓN.
(Salvador Lemis © )
Teléfono móvil: 045-9992 25 03 95
Centro de Investigaciones Escénicas de Yucatán: 01 999 28 01 48, Director.
salvadorlemis@Gmail.com

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